Aún corriendo el riesgo de no contemplar en toda su
riqueza de promesas ( y ya
realizaciones) la personalidad creadora de
Juan Mar, pienso que esta se viene manifestando en dos direcciones. La
primera, por una inteligencia ordenadora que, de acuerdo con esta
interpretación, respondería a la necesidad de equilibrio y armonía del artista,
como si él estuviese buscando un sentido para el mundo desde la idea que tiene
de su propia identidad personal; la segunda, por una tendencia instintiva, tal
vez por eso más evidente, para lo disperso, lo impreciso, lo fragmentario, que
le aproximaría a un cierto gestualismo. La conciliación de estos contrarios, o
dicho en otras palabras, el plano de su síntesis, se encuentra, a mi modo de
ver, en el espíritu y en la visión de raíz claramente expresionista que
atraviesa las obras de José Juan Mar. Esa raíz es la que unifica la diversidad
de los modos expresivos de su trabajo, ya sean el collage, la instalación o la
pintura.
La primera de las direcciones enunciadas, la de una
inteligencia ordenadora, organizadora de espacios, casi de tenor
arquitectónico, aparece en particular en la instalación y en el collage; ahí
manifiesta la búsqueda de un sentido, no el sentido que subyace, el sentido que
está detrás de lo que se ve. El ámbito donde se proyecta la segunda dirección,
la del gesto que en el acto de moverse parece dudar entre la disciplina de la
necesidad y el arbitrio de la libertad, es, preferentemente, el ámbito de la
pintura.
Tanto en un caso como en otro, el artista asume como
algo que visceralmente le pertenece, lo que él sabe que es inseparable de su
personalidad de hombre y de creador, la mirada que heredó del Expresionismo,
ese mismo expresionismo que trajo a la obra plástica nuevamente el drama del
hombre. Que es, en resumidas cuentas, lo que a
Juan Mar más le interesa e importa.
José Saramago
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